Marinero y Capitán

"La historia de la búsqueda épica de un Marcado por comprender su pasado y sobrevivir en el presente" Parte de las Crónicas Púrpuras de Eberron

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Nombre: Hasfast
Ubicación: Caracas, Dto. Capital, Venezuela

martes, febrero 06, 2007

En Puerto Culebra (Segunda Parte)

A pesar de la inusual compañía de estos seres, Tareq no se encuentra peculiarmente preocupado por su futuro. Acaba de canjear algunas heridas menores por una gran fortuna al hacer tratos con Hobson, y su estadía en el barco, si bien no está asegurada aún, por ahora es estable.

En la taberna, vuelve a mezclarse con la gente, relajando la mente y alivianando el espíritu con buena cerveza. La mujer atractiva que lo observa desde su llegada, se le acerca sin perder mucho tiempo. "¿Qué hace un hombre como tú en un stio tan alejado como este, guapo?" a lo que Tareq, con su talante charlatán de siempre, le responde "Buscando linduras como tú. Acabo de llegar en un barco y estoy descansando un poco junto con mis compañeros. Hasta ahora he tenido suerte, pero necesito algo más que sólo cerveza para despejarme la mente y quitarme la sal de los labios" y le obsequia una de sus más rutilantes sonrisas, encontrando correspondencia inmediata. Desde ese momento en adelante, el marinero deja de existir para la multitud alcoholizada.

Sin siquiera quitarse la ropa, Tareq no tarda en hacer gemir a la mujer. Se siente bien y nota con alegría que no ha perdido nada de su vigor natural. Puede que la prostituta esté acostumbrada a gritar para exhortar a los clientes, pero algo le dice que en este caso, lo gritos son verdaderos.

Luego de una larga actividad, y bañado en sudor de pies a cabeza, cae rendido y tranquilo en los brazos de la meretriz, que también duerme pacíficamente, exhausta por la acción.

A la mañana siguiente, todo parece más brillante para Tareq, y la mujer lo despierta con un beso y una caricia atrevida. Sin embargo, nota que no están solos en la habitación, y se incorpora con rapidez, para encontrar justo en frente de su cama al forjado, al parecer en su estado de letargo, pero con las esferas de los ojos posadas directamente en él. Al otro lado del cuarto, se levanta con dificultad Marah, la elfa, aún cubierta por entero en esas telas ricas y extrañas, como si tampoco se hubiese dado a la tarea de desvestirse, sea por descuido o quizá cautela. Los pies peludos de una persona se ven al otro extremo, inertes como los de un cadaver.

La mujer se apoya en los brazos y se levanta, vistiéndose con el camisón sencillo en unos instantes, y lista para partir. "Eso estuvo muy bien, guapo. Hacía mucho que no me divertía tanto. Cuando necesites de mis servicios, búscame en "el Hedor". Trabajo por las mañanas en una sastrería en esos lares" Tareq le sonríe pícaro y le dice "Te lo aseguro por mi espada. Pero deberás decirme tu nombre o de lo contrario solo podré buscar al viento" La meretriz le guiña un ojo "Perlita, puedes llamarme" Y se retira sin aceptar pago alguno.

Unos instantes después, el "cadaver" se levanta. En realidad era Ishta, la chica salvaje, que al parecer había ingerido una cantidad horrible de alcohol y tenía la cabeza destruida por el dolor y el cuerpo agostado de cansancio.
Tareq decide bajar entonces, a ver cómo está todo, y los otros lo siguen (Blackseed lo hace luego de reactivarse con el ruido). Al llegar a la sala principal de la taberna-posada, todo está vacío, pero el semi-elfo no le da importancia. Llega hasta la barra y le pregunta al que atiende "¿Dónde puedo encontrar un sitio en el que trabajen con cuero?" El tabernero le dice "En "el Hedor". Tú eres Tareq, ¿no?" "Sí, ¿por qué?" "¡Oh! es que me han dejado esta nota para que la recibiérais tú y tus compañeros" Tareq toma la nota sin leerla, y pregunta si hay algo de comer. El tabernero le sirve un desayuno bien proporcionado, diciendo que queda a cuenta especial de "The Concealment".
Luego de comer, y aún sin ningún tipo de preocupación, Tareq se dirige a los muelles, sólo para notar con desesperación y furia que el barco ha partido. Encendido en ira, lee por fin la nota:
"Hemos decidido prescindir de vuestros servicios, debido a que el barco debe partir de inmediato a los mares del norte y no podemos esperaros. La primera comida y el hospedaje ya han sido pagados, así como los servicios básicos por este día. Estoy completamente seguro de que conseguiréis ocupación rápidamente, pues sois personas hábiles y de recursos. Os extrañaremos en la tripulación. Quizá volvamos a encontrarnos. Suerte.
Firmado. Endrin Edeer. Capitán Provisional de "The Concealment""
Con talante avieso, Tareq hace un rápido y enfermizo recuento de todos los sucesos desde que entraran al servicio del Capitán Jack Daniels. Con claridad meridiana, se da cuenta de que ha sido timado por el viejo cascado, el lobo Hobson, y sin decir palabra, jura encontrarlo donde se esconda, así sólo pueda conseguir su tumba. Rompiendo en pequeñísimos pedazos la nota, la lanza al aire y trata de calmarse. Se dirige hacia las tiendas de aparejos del puerto, buscando un sitio en el cual comprar clavos para hacer buen uso de las tiras de cuero desprendidas de las bestias de las cavernas volcánicas. Logra conseguirlos, pero se da cuenta de que el hierro no es tan fuerte como para traspasar la dura piel.
Sin mucho más qué hacer, trata de probar suerte en la oficinas de la Cofradía en la cual habían encontrado a D'Arcy, pero al llegar sólo encuentra al mensajero, quien rápidamente abandona su postura aletargada para recibirlos "Hola, muchacho. ¿Tendrías la amabilidad de decirme dónde puedo encontrar a la dama D'Arcy?" el chico se le queda mirando como extrañado, pero luego responde "¡Ah! Vos sois el del recado. La Dama ha partido con una flota para enfrentarse a los Piratas de Lhazaar. No se la espera sino hasta dentro de varios meses" Desolado, Tareq observa que sus posibilidades son cada vez menos cuantiosas "¡Por los mil Devoradores! ¿En dónde encontraremos un sitio para trabajar en este puerto? supongo que tendremos que vadear la situación como obreros de los muelles" Y dispuesto está a irse ya, seguido siempre por su séquito, cuando el chico lo detiene con una exclamación "¡Señor! pero he sabido que hay una persona adinerada que necesita a gente capaz para algunos trabajos. Su nombre es Kelly o algo así. Vive a las afueras de la ciudad, y está construyendo una casa enorme en el norte, cerca de las junglas. Quizá podríais pasar a verlo" Con una mirada brillante y esperanzada, Tareq le da las gracias al muchacho (pero no las monedas que éste anhelaba), y parte raudo hacia el norte. Al llegar a las afueras, no le es difìcil encontrar el emplazamiento aún esquelético de una verdadera mansión. Luego de una entrada que da al espacioso terreno en el cual la casona se levanta, hay una choza de aspecto austero pero cuidado, y un hombre hace guardia en la puerta. Al acercarse el grupo, el guardia se adelante "Estáis vosotros en propiedad personal del Señor Kelsar. ¿Qué buscáis?" Y su mirada se posa con gran reserva sobre el forjado, justo detrás de Tareq y las dos mujeres. El semi-elfo entonces replica "Saludos, amigo. Hemos sabido que hay aquí mucho trabajo y pocas manos para llevarlo a cabo. Somos brazos capaces y dispuestos, y venimos a ofrecer nuestros servicios" El guardia los observa por un instante: Tareq no deja de sonreír y le sostiene la mirada sin pestañear. Al final, el joven dice "Muy bien. Preguntaré si podéis ser recibidos. El Señor está tomando el sol detrás de la colina, esperad aquí"
Unos momentos más tarde, regresa el guardia "Seréis admitidos ante la presencia de Su Excelencia. Seguidme" El término usado por el hombre fortalece las esperanzas de Tareq, pero al mismo tiempo le causa hilarancia - "Su Excelencia". Ha de ser un caballero de altísima cuna. Espero que tan alta como su cuna sea su necesidad-.
Luego de cruzar parte de algunas estructuras en contrucción, llegan a un lugar soleado y arenoso desde el cual se ve claramente al azulísimo mar. Sobre un montículo rodeado de frescas palmeras, se instala una suerte de tienda abierta. Tres esclavos de tez morena y mirada serena se encuentran de pie al rededor de un asiento de buena madera, acomodado con colchas de gran calidad y muy ornamentadas. Sobre ellas, en talante desprendido y aparentemente relajado, se recuesta un hombre, vestido con una bata de satén púrpura con orlas y encajes. Su cuidada mano derecha sostiene una copa de cristal llena de vino oscuro, mientras su mano izquierda reposa en su abdomen.
Al llegar a su lado, el guardia anuncia a los visitantes "Vuestra Excelencia, estos son los que han venido a hablar con vos". El hombre apenas hace un movimiento con la copa y el guardia se retira. Debajo de un sombrero amplio y un tanto estrafalario, hecho con juncos verdes, la cabellera rubia y el rostro casi femeninos se mantienen impasibles. Sus ojos permanecen cerrados.
De pronto, y con un profundo suspiro, los abre, para revelar un azul apenas más pálido que el del mar, de brillo sumamente inteligente y astuto, que estudia a los visitantes con franca curiosidad. Luego de contemplarlos a todos por largo tiempo, fijándose sin demasido interés en la forja, pero con mayor atención en Marah y en Tareq, se incorpora en el asiento y dice "Así que sois vosotros, ¿eh? Un grupo muy heterogeneo, debo decir. ¿Habéis venido por la oferta realmente? ¿O tenéis alguna otra cosa que tratar conmigo?" Tareq se adelanta con una cortés reverencia, que no es pasada por alto por el hombre "Mi Señor, mi nombre es Tareq Ameth, y estos son mis compañeros, Marah, Ishta, y el forjado Blackseed. Llegamos apenas ayer con un barco llamado "The Concealment", del cual nos separamos. Necesitamos un empleo y escuchamos que Vuestra Merced requiere de personas capaces y hábiles para labores varias" el hombre lo observa con interés y sonríe quedamente "Y los rumores son ciertos. Mi nombre, como seguro habréis escuchado ya, es Irwin Ir Kelsar, y soy un exiliado del Glorioso y Póstumo Imperio de Cyre" Al notar el brillo en los ojos de Tareq, no duda en inquirir "¿Acaso os sorprende, mi buen Tareq? Vuestro nombre es peculiar. Su resonancia me hace recordar el Oeste de mi amada pero perdida nación. ¿Sois por ventura uno de sus habitantes, relegados al olvido y la desidia en estas tierra alejadas de la civilización, por la catástrofe y la guerra?" Tareq responde "Lo soy en verdad, Señor. Es un honor conseguir a un gentilhombre de la Alta Patria en tierras tan ajenas del esplendor de lo que ha caído" Tal es la emoción de estas palabras, que Kelsar no reprime un suspiro "Veo que sentís a nuestra Madre Patria aún como un dolor crónico en el alma. Congenio con vos. Pero ya basta de hablar de lo pasado, y concentrémonos en el futuro. Llevo algún tiempo en este lugar, y he aprendido a apreciarlo. Pero no me mezclo con la chusma, el remedo de nobleza en Nuevo Trono. Son gente arrogante, pero muy poco visionaria. No han hecho nada para reestablecer la antigua potestad de Galifar en estas tierras" Luego de un sorbo calmo de vino, prosigue "Yo mismo me he visto en muchos problemas para lograr establecerme, pero por fortuna, he logrado conseguir los permisos necesarios para alzar aquí mi nueva casa. Es un humilde renacimiento del nombre de mi casta, pero espero que no sea en modo alguno el ejemplo determinante de lo que he de llevar a cabo, con o sin la ayuda de esos aristócratas inútiles y fofos. Pienso crear mi propia ciudad en algún momento, aunque por ahora es sólo un puesto de avanzada, una aldea sin población y sin comercio. Realmente necesito a gente que sepa ayudarme y ser fiel. Vosotros parecéis necesitados..." Y lanza una fugaz mirada a Tareq, con una breve sonrisa pintada en el rostro "... Y yo no puedo negar mis propios avatares. La contrucción de mi mansión se ha visto retrasada, pues los enseres y productos que requiero llegan en pequeñas cantidades y jamás puedo comprar lo que requiero. Poseo una mina a varias millas de aquí. El cobre y el hierro son abundantes en las cavernas de las montañas de Murogris y sus adyacencias. He contratado a una cantidad pequeña de obreros que trabajan allí y me envían los productos, y quiero que le llevéis a esa gente una carta que yo firmaré, en la cual pido varias cosas. Espero que todo se encuentre en orden, pero para llegar a ese sitio se deben recorrer kilómetros de jungla, y se dice que todo este lugar está infestado por tribus de salvajes, y muchas bestias terribles" Tareq y el resto reprimen la expresión desolada, y se guardan su consternación. Kelsar prosigue "Vuestra tarea será llevar la carta, y si es posible, escoltar a los trabajadores hasta acá, con los insumos que pido. Tened mucho cuidado, no quiero perder más trabajadores" Con un ademán, llama a uno de los esclavos "Tráeme la carta y una pequeña bolsa de dinero de inmediato" El esclavo parte sin decir palabra, y Kelsar vuelve a concentrar su atención en los visitantes "Si hacéis este trabajo de manera rápida y sin inconvenientes, y volvéis con lo que os pido, os daré dos mil piezas." El esclavo vuelve con un cojincillo de terciopelo bordado en oro, en el cual reposa un sobre con un sello rojo, y una pequeña bolsa. Kelsar toma ambas cosas y despide al esclavo, mientras dice "Como adelanto, podréis disponer de cincuenta piezas cada uno, para que os preparéis para el largo viaje" Y le hace entrega de la carta y las monedas a Tareq, quien las recibe con una nueva reverencia "¿Cuándo deberíamos partir, Señor, y qué camino hemos de seguir?" "Mientras más temprano partáis, mejor. Si es posible, ahora mismo" Y le ofrece la mano "Ha sido en todo caso, un placer conocer a otro exilado. Hablas como los antiguos príncipes antes de la Caída. Ten cuidado, sería una pena perder a otro noble hombre de Cyre en estas selvas olvidadas por el progreso" Y sonríe radiante y coqueto, guiñándole un ojo.
Tareq se aleja junto con los demás "Si manejo las cosas bien, aquí hay una mina de oro, y un posible status que no sería bueno perder por desdenes innecesarios" Y así, cavilando, decide partir de inmediato, sin tomar la precaución de aprovisionarse para el viaje, lo cual, si bien no resultó ser catastrófico, sí aumento muchas veces la dificultad de la travesía.
Continuará...